Resumir: un ejercicio de comprensión y producción

 

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Ilustración de Lorenzo Perrone

Monterrey Casanare, 30 de agosto de 2017.

 

 Muy reconocidos y apreciados estudiantes del grado octavo

 

       Hoy con motivo de hacer un reconocimiento a lo que se viene realizando en clase de lenguaje, en relación con el proyecto de lectura, quiero hacerles una invitación, muy especial, a que suban los resúmenes al blog; cuya finalidad es hacer un acompañamiento particularizado en este complejo, pero, enriquecedor proceso de producción.

 

              Cabe señalar, que en este proceso cognitivo de resumir están ustedes poniendo en evidencia la comprensión, están en últimas, dando cuenta del sentido global de lo leído. Dicho de mejor manera, están construyendo el significado total del texto. Valga este momento para decir, también, que en el hacer un resumen se pone en juego todo un ejercicio mental que implica dos procesos de nivel superior, la lectura y la escritura; comprensión y producción.

 

              Desde luego, trabajar en el texto ¿le gustaría vivir más de cien años o tener un doble? Cobra particular relevancia en el sentido de que se hizo un paso a paso, un ir hilando la comprensión. En este orden de ideas, como pueden dar fe ustedes estudiantes, se rumió la lectura; ese proceso de discusión en todo el proceso de omisión, selección; el trabajo intenso de generalización, para por última instancia, estar dando cuenta de toda la unidad de sentido y significado de la lectura. En otras palabras, la reconstrucción puesta en el resumen final.

             Ahora bien, el reto es dejar esa globalidad plasmada en 120 palabras. Poder poner en juego las habilidades de omisión, selección y generalización, ir en la búsqueda de una palabra, un conector que nos ayude a dar claridad.

           No siendo más, en este mismo momento los invito a que suban sus textos y, de esta manera, poder compartir lo que todos escribimos. Recuerden siempre que existen varias maneras para decir lo mismo, ese es el poder de la palabra.

Inclinarse para dejar decirse

Ilustración de Jim Tsinganos

 

Apreciado lectores

                  Uno de los mayores retos que tiene cualquier sujeto que quiera superar algunas de las dificultades, creo, es la persistencia; aquí nuevamente estoy en la lucha de seguir garabateando para, quizá, formar un hábito que me lleve por sendas productivas en el desarrollo de esa habilidad del pensamiento superior, la escritura.

           

              Ponerse a la escucha para dejarse decir, vaya tarea más difícil, cuando de superioridad se trata. Es una de las convicciones, la de saber y estar convencido que la palabra nuestra es la que vale y la del otro o de lo otro que grita en silencio, no vale. Es pasar por alto ese silencio que clama ser escuchado. Es, desde luego, una habilidad del pensamiento que por lo general se da por hecho que ya se sabe y se descuida su trabajo en el aula de clase o en la familia. Esto es muy dado porque se tiene la creencia que la escucha no hay necesidad de educarla, de troquelarla para perfilar, desde la enseñanza, una disposición de la atención, de reconocer que la otra voz, diferente a la nuestra, tiene igual o, quizá, más validez que la nuestra. Dicho de mejor manera, en este mundo agitado por todas las ocurrencias del presente oímos mucho, quizás en demasía; pero, de verdad, escuchamos muy poco.

                 Por tal razón, si nos guiamos desde la etimología, ésta nos remite a un gesto de humildad y valor,  inclinar la oreja, es, en términos de humanidad, crear vínculos, conexiones de interacción con el mundo circundante. Desde luego, por eso es que la escucha es un alto en el decir, parar para comprender que no todo está dicho, que hay un algo más en un espacio-tiempo de alguien o de algo que quiere ser atendido para irrigar la sabia que emerge, que brota y es diferente: voces acalladas susurrantes llenas de múltiples sentidos.  En esa misma línea, la escucha es un instante de conversación, de intercambio con un sujeto. Como puede notarse, es un acto puramente humano. Tomar conciencia del otro y reconocer, en cierta medida, que no se está sólo.

             

                 En tal sentido, “ponerse a la escucha” es preparar mente y cuerpo para la entrega total, es cultivar una disposición y disponibilidad para. Al respecto Dolo Molina señala “ponerse a la escucha no es sólo escuchar, sino abrirse a la experiencia de escuchar” (2014). Con lo anterior, cabría indicar que más que el inclinarse para escuchar  es adentrarse en un mundo prismático de multiplicidad de perspectivas. Es decir, abrirse a la aventura del escuchar y ser escuchado, desde la interacción simbiótica que permite transformaciones en todo sujeto racional.

                 Agradezco a los lectores asiduos me permitan, a través de este blog, poder hacer este tipo de ejercicio que obliga, en cierta medida, a seguir en la lucha entre mente y cuerpo, «pensamiento y mano».

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