Aprendizajes y Desafíos para el Retorno a la Presencialidad

El pasado jueves 30 de septiembre de 2021 los organizadores del foro Departamental, secretaría del departamento de Casanare, me hicieron una invitación a participar y, para ello, fui el encargado de preparar las conclusiones de tal evento académico. Todo enmarcado en el lema “Aprendizajes y Desafíos para el Regreso a la Presencialidad”. A continuación les comparto lo surgido luego de la escucha atenta de todo lo dicho en el transcurso del foro.

Las conclusiones que presento tienen algunas sugerencias y recomendaciones generales para los partícipes del evento, muy a la manera de colegaje. En estas conclusiones quiero hacer un recorrido a través de ideas fuerza como huellas dejadas a lo largo de este espacio – tiempo, ese Kairós griego, el tiempo de la oportunidad. Un poco para reflexionar sobre la educación en estos tiempos de pandemia y, sobre todo, para repensar toda esa reinvención alrededor del trabajo virtual, trabajo desde casa que se hizo. No obstante, antes de hacer el desglose de las ideas quiero visibilizar un mensaje profundo de una lectura realizada hace poco, Kaizen, la clave de la ventaja de la competitividad japonesa del autor Masaaki Imai.Un libro cuyo mensaje principal es, y del cual quiero hacer uso como principio rector o hilo conductor para las conclusiones extraídas de las intervenciones, “que hoy sea mejor que ayer y mañana mejor que hoy, una apuesta por el mejoramiento continuo que involucre a todos”.

A continuación, una primera huella o idea: el repensar la academia, pero en específico, la escuela. Una calidad educativa proyectada por todos los implicados, hacia la mejora continua en los procesos, ese Kaizen japonés, esa mejora continua que involucre a cada uno de todo el entramado educativo, desde políticos hasta estudiantes y padres de familia. Repensar la academia es aunar esfuerzos en lo poco para que vaya tomando su rumbo, es brindar el apoyo y reconocer el valor de lo pequeño que con el tiempo se reflejará en esos cambios y transformaciones de base, no del mero resultado como suele suceder en toda apuesta académica en instituciones y en políticas de estatales.

Una segunda idea que surge está ubicada en el plano del objeto que convoca este evento: desafíos para el retorno a la presencialidad. El retorno es una necesidad urgente, en el sentido de afirmar que el tiempo que un estudiante pierde sin la orientación de un profesional pedagógico no se recupera. Es de suma importancia volver al aula, volver a tener ese contacto con el otro; de la interacción con sus pares, el acompañamiento y orientación de sus docentes se potencia hacia el crecimiento del estudiante, tanto a nivel cognitivo como en la parte humana. Porque bien es sabido que como sujetos sociales se aprende del otro, de esa interacción. Por tanto, es un desafío volver a reubicarnos y traer a la presencialidad las fortalezas que dejó el proceso de la virtualidad para que sirva como plataforma de ayuda y mediación.

Una tercera idea se sitúa en pensar “la escuela como capital cultural”. Una escuela que sea ese dispositivo, esa conexión que facilite a todos los niños, en mayor proporción a quienes están más desprotegidos por el entorno cercano, lo que no les puede proporcionar el hogar. Porque es sabido que hay estudiantes, muy pocos, que traen al aula de clase un gran capital cultural facilitado por el entorno familiar, pero una gran mayoría están en desventaja y la escuela tiene como imperativo proporcionar dicho capital cultural. Aquí es que vale la pena hacernos la siguiente pregunta ¿si no es la escuela quién se hace cargo de llenar de sentido y aprendizaje a los desfavorecidos? Dada dichas necesidades, la escuela es “como una sombrilla” que salvaguarda, protege en muchas ocasiones al estudiante, pero también perfila en él, el saber, ese conocimiento que necesita, además, de fraguar lo emocional, entonces, se puede decir que sirve como apoyo y respaldo para el crecimiento integral.

Ahora bien, como cuarto punto se rescata la importancia del proceso en todas las acciones que se lleven a cabo para el aprendizaje en el aula. Es interesante rescatar aquí que las diferentes intervenciones de las ponencias expuestas han enfatizado y muestran con evidencias los procesos llevados a cabo en cada una de las experiencias. También, subrayan enfáticamente, ese tiempo de maduración: principio fundamental del aprendizaje significativo. Visto este no como el mero placer, esas actividades que nos gustan, sino que, aparte del placer vaya en la línea del cambio estructural de lo cognitivo y emocional del que aprende.

Como quinto subrayo el gesto del docente en su quehacer, esa manera de mostrar una actitud frente al estudiante de lo que enseña, de hacer creíble que lo que enseña vale la pena. Desde este punto de vista el acto es importante, pero más significativo y fundamental el gesto, esa particular manera de llegarle al estudiante porque en definitiva la actitud del docente al exponer su disciplina refleja, en cierta medida, ese amor y pasión por lo que enseña. Hace ya varios años, Comenio (2018) señaló que “todo aquel que tenga el compromiso de formar hombres” (enseñar) es un imperativo “hacer vivir a todos conscientes” de lo que enseña”; en últimas, es una enseñanza con pasión, llegarle al corazón del aprendiz para que se enamore de la disciplina, trabajo complejo, pero que no es difícil para aquellos que gozan con su profesión, esos que disfrutan ser docentes.

Por último, cierro estas conclusiones con la idea inicial, la educación es una tarea de todos, apostar por una transformación continua del proceso, el Kaizen. Creo que el día de hoy se ha delineado está idea, y en eso hay común acuerdo; si todos se orientan a los cambios de lo poco, de lo pequeño, pero de forma constante y siempre perseverando en el tiempo y la mejora continua, la calidad de la formación va a tener solidez en el tiempo. Para tal fin hay que tener el tacto, saber seleccionar lo que se quiere transformar y desde ese mirador, hacer una apuesta institucional por ese objetivo, todos en la misma dirección cambiando una cosa a la vez.

Una Ventana Abierta a la Imaginación

Ilustración del cortometraje y portada del libro de Saki

En publicación anterior resalté la importancia de “la ficha de lectura valorativa” como estrategias de evaluación y de aprendizaje, podría decirse, sin temor a dudar, que es, además, una estrategia de enseñanza cognitiva y metacognitiva, siempre y cuando se ponga en el plano de la mostración, del taller; de esa didáctica, el saber mostrar y acompañar, guiar el proceso del estudiante hasta que interiorice y se haga consciente de su propio aprendizaje. En este sentido, quiero mostrar, a manera de ejemplo, uno de los productos, la reseña comparativa de la ventana abierta que puede surgir como resultado de todo ese despliegue de elaboración de la ficha de lectura, esa base textual primera. Dicho esto, el mejor modo de evidenciar lo anteriormente mencionado es mostrar, en la reseña que sigue, esos elementos base de la ficha: las referencias, el resumen y; por último, el juicio valorativo, donde se retoman algunas de las citas comentadas de la ficha. Todos los elementos plasmados en la estrategia dan como resultado una producción textual genuina. Invito a hacer el recorrido de dichos elementos en lo que sigue de este texto.

En esta reseña se hace un recorrido crítico por las dos versiones de la ventana abierta. Por un lado, el cortometraje argentino dirigido por la guionista y directora audiovisual argentina Lucila las Heras y; por otro, el cuento escrito por el popularizado escritor británico más conocido como Saki. Ahora bien, a continuación, se presentan los datos referenciales de las dos producciones: Anzoátegui, P. (Productor), & Las Heras, L. (Dirección). (2016). La Ventana Abierta/The Open Window (Saki) [Cortometraje]. Buenos Aires. La ventana Abierta/The Open Window.

En el cortometraje de la ventana abierta se cuenta la historia de una niña, Vera, quien en un refugio del árbol de la casa veredal donde vivía experimentaba momentos mágicos entre la lectura del cuento “el mago de oz” y sus supersticiones que se ven en primer plano del film. Luego, ésta debe llevar una carta que envía, Delia, esposa de su padre, dirigida a un sobrino que quiere ir a pasar unas vacaciones de campo con el fin de recuperarse de una crisis de nervios, enfermedad que lo tiene al borde del colapso. La niña, maliciosamente, lee la carta antes de entregarla. Así es que al cabo de unos días llega Lisandro, sobrino de Delia. La primera que lo recibe en la casa es Vera, que luego de un rato de silencio, cuando el primo quiere cerrar la ventana, lo interrumpe para decirle que no lo haga, porque por ahí es que todos ingresan a la casa. Dice con acento enigmático, que precisamente están esperando a los cazadores, el padre, el tío y un perro; Continúa misteriosamente, ellos están muertos, justamente cuando venían de regreso de caza, tres años atrás, se perdieron y nunca más volvieron. Justo, en ese momento aparece la tía del visitante, la niña le hace un gesto de silencio, de complicidad; La tía de Lisandro como ha de esperarse, lo saluda cordial y le da la bienvenida, además, asegura que lo de la ventana es para esperar a los cazadores que están por regresar, confirmando así la historia de horror. Mientras Lisandro va confirmando la presencia de los que llegan de regreso se empieza a poner mal y sale huyendo despavorido de la casa. El padre de la niña pregunta por el hombre que salió; ella indica que es el sobrino que había venido desde Buenos Aires a pasar vacaciones y no sabe cuáles son los motivos de tal acción. Lo curioso de la historia es que al notar este desconcierto, la niña empieza una nueva historia, ahora indicando que, Lisandro, su primo, huyó despavorido por causa del perro; les tenía pánico porque había sido perseguido en otros tiempos y no podía soportarlos, señalamiento que hace con una sonrisa irónica al final del film.

Por su parte, en el cuento de Saki, la ventana abierta, se refleja la historia del joven Framton Nuttel que va de vacaciones a una casa de campo que le había recomendado su hermana, en busca de reposo para su enfermedad. Al llegar, la primera que encuentra es una niña de 15 años, Vera, sobrina de la dueña de casa, la señora Suppleton. La niña le hace una serie de preguntas sobre el lugar y la tía, a lo que él responde que no conoce nada. Ella aprovecha esta información para decirle, con cierta curiosidad,  que, entonces, no conoce la tragedia de la tía. Comienza el relato con asombro en su rostro sobre la ventana abierta, indica que el marido, los dos hermanos y el perro salieron hace tiempos y nunca regresaron, además, agrega, que los cuerpos no los habían encontrado. De esa manera, va dando detalles, con asombro y misterio, de los tres personajes y el perro que habían salido de caza; asegura, también, que ella a veces cree en que algún día van a regresar y entrarán por esa ventana, como piensa la tía, se estremece al decir esto. Al instante aparece la tía, la señora Suppleton y le dice que espera que la sobrina lo haya entretenido. Entonces,  el visitante, empieza a confirmar lo manifestado de la historia. Al cabo de un rato de estar mirando por la ventana abierta sin poner mucha atención de lo que le decía Framton, confirma contenta la llegada de los cazadores; Éste, horrorizado, mira en la niña esos ojos de espanto y se estremece. Sorprendido sale huyendo intempestivamente del lugar, presa de los nervios. Los recién llegados asombrados por la huida del personaje, preguntan por el sujeto, la señora supletton asegura que es un tal Nuttel, un desconocido, parece que vio un fantasma, asegura. Lo interesante es que la niña aprovecha esta coyuntura para empezar una nueva historia, asegurando que el visitante huyó presa del miedo que le causaban los perros. Al final del relato se afirma que “la fantasía sin previo aviso era su especialidad”. Así termina el cuento.

Valgan los anteriores argumentos de las historias que se tejen en esta reseña como invitación a un diálogo abierto sobre algunos de los temas que pueden surgir de este entramado como son el poder de la palabra como artífice del engaño para causar, en este caso, el terror de uno de los protagonistas, alterar más su enfermedad de nerviosismos, cosa que está muy bien lograda en las dos versiones. En el mismo sentido de mostrar algunas categorías que surgen de la lectura juiciosa de los dos textos; el film y el cuento, se puede pensar en ese poder de apertura, de imaginación, ese poder fantasioso que se brinda desde el mismo título. Por último, la creatividad, esa que hace posible Lucila las Heras con su adaptación del cuento la ventana abierta en el film, un producto bien logrado en solo 9 minutos que tiene muchos reconocimientos.

Como puede verse, los textos en su conjunto hacen un marcado énfasis en el poder de la palabra, esa magia que tiene el decir y que se gana cuando las personas frecuentan o tienen como hábito la lectura; muy bien demarcado en el cortometraje cuando se presenta a la niña en la cueva del árbol leyendo “el mago de oz” historia, por cierto, que marca la línea del engaño y la trama de sospecha. Éste, un elemento incorporado en el cortometraje que no aparece en el cuento de Sakí y es lo que le da a todos aquellos que quieran entrar en el mundo del cine, elementos que pueden utilizar al hacer una realización cinematográfica sin perder la esencia.  De acuerdo con esta idea, en las dos historias la niña tiene un potencial narrativo y de imaginación para convertir una realidad en ficción y, además, darle ese toque de misterio que pone al otro a dudar y a sentirse desconcertado. Por un lado, en el film, cuando el personaje Lisandro, va a cerrar la ventana la niña aprovecha para empezar a causar el desconcierto en él, contando la historia “buscando el camino de regreso se alejaron más…nunca los volvimos a ver” esta entrada acompañada de la música de misterio ponen más nervioso al protagonista conduciéndolo a un estado de asombro y miedo. Por su parte, en el cuento de sakí, la niña introduce esos elementos ficcionales de la historia de los cazadores haciendo creer al visitante que ellos están muertos y le hace creer que la tía se encuentra en un estado de locura, la pobre. Asegura la niña, también, esto para dar el toque final, “lo peor es que yo también pienso que van a volver y me da mucho miedo”, con esas últimas palabras hace tan creíble la historia que logra su cometido, en las dos historias el visitante huye despavorido a causa del horror y la alteración experimentada.

En contraste con lo anterior, queda en evidencia que la palabra es envolvente, con ella se miente y engaña. Vera, en las dos versiones, deja claro que es una artista de la palabra, ella crea con su palabra mundos fantasiosos, perturbadores que causan el impacto y los efectos que el que las dice quiere que pasen. Como puede verse, esa palabra hecha narración en las dos historias, asegura que lo importante de la palabra es saber elegir el cuándo y el cómo de ésta, para lograr en el otro lo que se quiere. Aquí un trabajo muy bien realizado de los productores: Las Helas y Saki, para recrear en boca de un protagonista, un escenario del engaño y la fantasía creíble para el protagonista, pero también, para el lector. Finalmente, en palabras de Salinas, “las palabras tienen una potencia letal y otra vivificadora”, al parecer en Vera, la niña protagonista, está en la línea de la mentira, esa palabra que juega al engaño, a confundir y extraviar en vez de iluminar, que también es un privilegio bien logrado en estas dos historias. La palabra, en hombros de las dos historias está en el plano del Kairós, ese tiempo de la oportunidad, de saber escoger las circunstancias, condiciones, los momentos y las formas del decir; en últimas, es saber el momento justo para causar en el otro eso que yo quiero que suceda, el efecto reflejo de mi palabra.

Otro asunto de vital importancia que se puede rescatar de los dos textos es esa apertura a la imaginación y la fantasía, ese poder inventivo que es el substrato envolvente en el interior de las historias como también, la magia de los autores al ofrecer este rico menú presentado, y mejor contado, en dos formatos distintos.  La esencia de los dos textos deja por reflejo, esto se evidencia en el transcurso de toda la historia, una oportunidad abierta al mundo de la creatividad y la imaginación, a todos aquellos que quieran hacer de su mundo una historia fantasiosa para brindarla al mundo lector, o porque no decir, al mundo educativo, es dejar huella en una sociedad.  El mismo título brinda, de manera caleidoscópica, varias miradas a una misma historia, se puede decir que en eso consiste la creatividad, formas distintas y sorprendentes de contar una historia, es ver la oportunidad, “la ventana abierta” un insumo para buscar las maneras de presentar formas y formatos de producción de variadísimas maneras al público. Tanto en el cuento de Saki como en el cortometraje hay al final dos acciones interesantes que los autores dejan como elemento recurrente que refleja ese mundo creativo y fantasioso. Por un lado, al final del film la niña luego de empezar una nueva historia, deja ver en su rostro ese matiz gestico entre malicia, felicidad y engaño producto de una nueva coartada. Por su parte, en el cuento el autor, deja esa huella en el cierre “Las historias improvisadas eran su especialidad”, para decir con esto lo importante que son algunos elementos dentro de las producciones y que esos mínimos detalles hacen posible una variedad de interpretaciones para el lector.

Finalmente, puede colegirse de lo dicho que para un lector desprevenido estas dos formas de presentación de un mismo producto en diferentes formatos no tienen mucho sentido, pero que para el caso de aquellos que andan explorando mundos posibles para transformar y recrear las realidades sí es una oportunidad, una ventana abierta para tomar elementos que le sirvan de caldo de cultivo y así, poder proponer nuevos formatos, hacer nuevas adaptaciones, en fin, son puntos de anclaje que potencian nuevas miradas de lo cotidiano para, con ello, ofrecer nuevos trasfondos creativos o usos de la palabra más asertivos con el propósito de ir modificando lo ya establecido por los cánones tradicionales.

Referencias

Anzoátegui, P. (Productor), & Las Heras, L. (Dirección). (2016). La Ventana Abierta/The Open Window (Saki) [Película]. Buenos Aires. Recuperado el 8 de Septiembre de 2021, de https://www.youtube.com/watch?v=URXcNOTWq0M&t=6s

Hugh Munro, H. (. (1911). La ventana Abierta/The Open Window. Recuperado el 8 de septiembre de 2021, de Ciudad Seva: https://ciudadseva.com/texto/la-ventana-abierta/

Ficha de lectura valorativa: estrategia de aprendizaje y evaluación (1)

Ilustración de James Steinberg

Las fichas de lectura valorativa más que meros instrumentos de medición y control de la comprensión lectora, son estrategias de aprendizaje donde se ponen en juego procesos cognitivos y metacognitivos imprescindibles de lectura y escritura. Es decir, estos instrumentos son formas de expresión de un lector, es una forma de dar cuenta de lo leído en un triple sentido: como comprensión, interpretación y como producción textual. Por lo mismo, vale la pena hacer el siguiente interrogante: ¿Por qué son importantes las fichas de lectura Valorativas en los procesos de enseñanza y aprendizaje de estudiantes del programa de formación complementaria? En lo que sigue de este texto deseo brindar algunas razones, sin llegar a decir la última palabra, sobre este tema de gran valía en la lectura de estudio o académica.

Un primer acercamiento a las razones de la importancia de las fichas de lectura valorativas pone en presencia dos ideas claras sobre este instrumento desde su mismo significado. Por un lado, hace referencia a ese medio físico como lo señala el diccionario Vox (2002), esa pieza pequeña, pedazo de papel donde se consignan datos informativos e identificación o, esa otra mirada, como conjunto de información escolar o académica. Por otro, salta a la vista, aparte de lo físico, su contenido, la esencia; que está en la dirección de organizar, sistematizar de manera precisa y específica lo que expresa el lector luego de esa tarea de entendimiento, comprensión e interpretación de su lectura; en la ficha va lo sustancial del ejercicio lector, esa producción intelectual que da fe de su habilidad y capacidad para el discernimiento, la rumia del texto leído.

Dicho lo anterior, una segunda razón, es que en la construcción de la ficha de lectura valorativa se despliega, en sí misma, una serie de procesos y habilidades cognitivas del sujeto lector. Por decir algunas, la selección, aprender a discriminar la información relevante de otra que no lo es tanto; esta habilidad es necesaria para el proceso de toda la ficha, se permea en todo el proceso: desde los datos de referenciación del autor del texto, según la norma que se utilice, para el caso normas APA 7 edición; pasando por el proceso de resumir, la otra parte de la estructura de la ficha. En este apartado el lector debe ser cuidadoso en la selección de las ideas relevantes de la estructura del texto base que va a resumir. Luego, ya con el proceso de selección de las citas o trozos de texto significativo que va a retomar para, después del análisis, hacer su interpretación, su juicio valorativo. De igual manera, sucede con otras habilidades como la omisión, la generalización y la reconstrucción que son el caldo de cultivo para hacer un buen proceso de resumen y valoración de las citas seleccionadas, es allí donde se necesitan para entrar en diálogo con dichos planteamientos del autor del texto leído.

Aquel Salvaje Tirano

Ilustración de Jim Tsinganos

El cristianismo, uno de los tantos fanatismos existentes en la historia de la humanidad, ha sido el encargado de la extirpación, del desarraigo del otro, del diferente, de ese que no piensa como usted y como yo; esa otredad que se sale de lo encasillado por una sociedad o credo reinante. A veces es imposible, si quiera llegar a imaginar lo doloroso que puede llegar a ser, para esos excluidos, un transito por la mera existencia. Una crueldad inmensa, intolerable en el mundo actual; no obstante, fanatismos tan monstruosos como lo señalado por San Agustín “Dios quiere, lo mandó, lo predijo, comenzó ya ha llevarlo a efecto, y en muchos lugares de la tierra ya lo ha realizado en parte: la extirpación de toda superstición de paganos y gentiles” (Citado en Nixey, 2019, p. 17). Lo señalado por este santo, aún persiste y está a la vuelta de la esquina, señalamientos así de provocativos siguen causando, para asombro de unos cuantos, la deshumanización. Son los encargados de generar esos dogmatismos que tanto daño han hecho a la humanidad en e transcurso de la historia.

 La edad de la penumbra: Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico es una radiografía de lo perjudicial que puede llegar a ser los radicalismos absorbentes, absolutos. Esos que arremeten con una penetrante invasividad de ideas amañadas que solo quieren el bienestar de unos pocos que se quieren perpetuar en el poder pisoteando la dignidad del otro. De eso trata este texto de mostrar algunos apartes, que como improntas, subrayé y hoy comparto para los lectores de este blog.

«En la época de Damasio, se entraba en las casas y se buscaban libros y objetos considerados inaceptables. Si se encontraba alguno, se confiscaba y se quemaba en triunfantes hogueras en las plazas de las ciudades» (p. 18)

«Muchos romanos y griegos no sonreían mientras veían cómo se suprimían sus libertades religiosas, se quemaban sus libros, se derruían sus templos y unas bestias con martillos destruían sus estatuas» (p. 27)

«Los padres de la primera iglesia dedicaron todas sus fuerzas retóricas a los lapsos religiosos. Una y otra vez insistieron en que los cristianos no eran como los seguidores de las otras religiones. Los cristianos habían sido salvados, los demás no. Los cristianos tenían razón; las demás religiones estaban equivocadas; más que eso, estaban enferma, locas, condenadas, o eran malvadas e inferiores» (p. 46).

«El progreso intelectual dependía de la libertad para preguntar, cuestionar, dudar, y por encima de todo, experimentar. En el mundo de Galeno, solo los que carecían de educación creían en cosas sin motivo. Para mostrar algo, uno no solo tenía que decir que era así. Había que probarlo, hacer la demostración. Lo contrario era, para Galeno, el método de un idiota. El método de un cristiano» (p. 54).

«La falta de rigor intelectual del cristianismo preocupaba a Celso por las mismas razones que habían molestado a Galeno. Los cristianos, escribió Celso, no quieren dar ni recibir razón de lo que creen, echan mano de los principios. No quieras, sino cree y tu fe te salvará. Para hombres instruidos como Celso y Galeno, eso era incomprensible; en la filosofía griega, la fe constituía la forma más baja de conocimiento» (pp. 61-62).

El templo de Serapis, el edificio más glorioso del mundo ubicado en Alejandría donde de manera majestuosa brillaba la Deidad que simbolizaba la unión en medio de las diferencias, Serapis. Fue derrumbado, destruido (visto en la actualidad Colombiana, vandalizado) y, lo peor tal acto fue avalado e incitado, nada menos que por un fanático (vándalo) el obispo cristiano, Teófilo de Alejandría, nombrado santo por la iglesia, que desfachatez más grande. Una imagen viene desde esa época, siglo II y III después de Cristo y rosa los desmanes cometidos por los ciudadanos vándalos y desadaptados, que son pocos, en las pasadas marchas de protesta, cuando derrumbaron estatuas hasta su destrucción total. Un recuerdo de aquellas épocas de “Los justicieros seguidores de Teófilo empezaron a derribar las famosas obras de arte, las vívidas estatuas y las paredes cubiertas de oro”, mientras que “Los cristianos que observaban la escena rugieron de placer y, después, envalentonados, se dispusieron a terminar el trabajo. Arrancaron la cabeza de Serapis, le cortaron con hachas los pies y las manos, los arrastraron con cuerdas y, por si acaso, los quemaron.” (Nixey, 2019, p.107).

No cabe duda, un poder de destrucción inoculado, en parte de la población, por provocación  de dogmas, la no aceptación de la diferencia; otrora, se castigaba el profesar otras religiones, llamadas paganas por los cristianos. Aunque, al respecto, otro santo de la iglesia, San Agustín, “se maravillaría del hecho que los paganos fueran capaces de adorar a tantos dioses diferentes sin discordia, mientras los cristianos, que solo adoraban a uno, se escindían en incontables facciones enfrentadas”. (Nixey, 2019, p. 69). Ahora mismo, en las marchas por la dignificación del ser humano se infiltran algunos desadaptados, fanáticos incitados, como tiempo antaño con la imposición del cristianismo, por fuerzas de estado para desacreditar la protesta justa, desacreditar y callar el clamor de un pueblo que pide a gritos transformaciones de fondo. Pero no, hay quienes que con sus exacerbaciones ya sea por dogmas o intereses económicos quieren desvirtuar las luchas sociales de un pueblo para un pueblo. Un exabrupto, verdad, 1620 años y algo más con las mismas prácticas, se entronizan a los villanos, se les adora, se les rinde tributo, hasta se erigen en santos, ahora se les llama héroes, mientras que los paises se derrumban, las sociedades cada vez más sumergidas en ese piélago de pobreza y destrucción.

La historia pudo ser otra, vista en la actualidad, claro está, de forma caleidoscópica, sin sesgos funestos ni dañinos; sin embargo, hoy en pleno siglo XXI, sumado a los fanatismos religiosos existentes, se adhieren, se inscriben otros muchos más. Estos se producen en circunstancia que no debieran suceder, nuevos dogmatismos, se creería no tan subyugadores e invasivos como el cristianismo y otros de corte religioso; pero no dejan de ser preocupantes para el avance social, económico y, porque no decir, científico, el del conocimiento. Es impresionante saber que por dogmas tan perjudiciales «decenas de miles de libros lo que quedaba de la mayor biblioteca del mundo, se perdieron por completo y nunca se recuperaron…La quema de los libros fue parte del advenimiento y la imposición del cristianismo». (Nixey, 2019, p. 108). Lo anteriormente señalado, muy bien recreado por el escritor Ray Bradbury en su libro Fahrenheit 451, donde lo mejor era guardar ese patrimonio, los libros, en la mente, como en los protagonistas de la historia; una biblioteca andante para perdurar en el tiempo y no permitir que ese conocimiento tan valioso se desvanezca porque así lo quisieron unos cuantos vehementes ignorantes.

Homenaje póstumo a esa tía-madre: Herminia Flórez

Ilustración de Rafal Olbinsky

Mucho le debo a esa tía-madre de ser quien soy luego de una larga temporada de habitar este universo. Vayan mis mejores reconocimientos a quien me acogió en la red de su lucha inspiradora para permitirme, desde los ecos inciertos del interior, lograr con tesón  transformar una realidad de infancia caótica, difícil y no muy recomendada. En memoria a esa mujer menuda, agraciada en su caminar con grandes ideales, Herminia Flórez, mi querida tía-madre. Una gran luchadora. Gracias a ella quedaron cimentadas huellas que permanecieron indelebles y que, ahora en este instante que escribo, están más vivas que nunca. Palabras de aliento, “mijito, estudie y serás alguien”. Ahora, precisamente, esas palabras son poesía, ensueño y misterio que continúa alimentando mi trasegar por la vida. Fue ella quien abrió el espíritu del niño, ese hombrecito tímido, retraído y lleno de complejos. La que con ejemplo de guerrera y luchadora impregnó ese deseo de aprender, de crecer, de tener otra vida, otra forma de vivir; de transformar una existencia signada por el abandono, la soledad y la discriminación.

Creo que lo que quería impregnar esa mujer de poca estatura, pero grande, inmensa en su persistencia de hacerle el quite a la adversidad, era algo más que lo que Huxley vaticinaba “la gran finalidad de la vida no es el conocimiento, sino la acción” Hoy puedo decir con cierta certeza que eran las dos cosas: conocimiento y acción, de ahí la premisa profunda “estudie y serás alguien en la vida”; no porque no fuera en el instante mismo alguien, un ser humano; lo que en su sabiduría suscitaba era que lograra una transformación, vencer la adversidad que me envolvía de variopinto matiz. Era, en últimas, un mensaje evidente para que tomara las riendas y fuera capaz de crear los resultados que deseaba para mi vida; pero, sobre todo, que lograra canalizar toda la energía y la pasión en la consecución de mi “leyenda personal”. Ese saber lo que uno quiere para su vida y poner en acción todo en procura de… Estoy seguro que, lo sabía de antemano, sin esa proyección es muy embarazoso canalizar las acciones para forjar el camino que lo lleve a alcanzar esa gema deseada, una vida más humana.

Esta respetable mujer, menuda, vivaracha y cordial, me cambio por completo, fue mi eslabón transformador, ese detonante que ha muchos les ha hecho falta escuchar con el corazón y con el cuerpo, para consolidar el presente y perfilar un futuro, un devenir. Fue ella la que abrió la puerta o puertas diría yo,  para que desde su punzante insinuación, fuera afinando el hombre que me convertiría. Esto sobre la base de que “cada hombre, al elegir un camino, elige, al mismo tiempo su destino” (Mendoza, 2018, p. 22). Por su parte, todo ello entendido como esa visualización previa, esa focalización del pensamiento como la edificación del porvenir. De esta manera queda claro que según el foco del pensar, con toda su tradición en fuego, va construyendo paso a paso ese porvenir y, en esto fue una marca, una impronta la huella dejada por esta mujer de gran corazón y un gran soñar. Se podría decir que ella, mi tía-madre, era una mujer de alto vuelo en su pensar y hacer.  Pudo más la fuerza de un sueño creado y creíble que fue fraguando un constructo de sujeto, el que plasma estas grafías sentidas desde lo más profundo.

Habría que decir también, que el entusiasmo de seguir adelante a pesar de las dificultades y esa otra condición del ser humano de variabilidad, son las que dan la certeza de que la penosa subida a las montañas, por lo intrincado del camino, tienen finalmente, su fruto de recompensa; lograr respirar el aire fresco, mirar en la distancia los encantos del paisaje, son todos esos detalles que, aunque parezcan simples, aseguran el valor del recorrido, de haber emprendido ese viaje aunque fuera cenagoso y lleno de obstáculos. Creo que, honor que me hace luego de unos años de su partida, fue la que sembró y cosechó en tierra fértil, ella, ese gran personaje debe estar orgullosa de su obra, como lo manifestaba antes de su partida. Con su intuición, única en los seres que aman de verdad, adivinaba o prefiguraba, con años de anticipación, el porvenir de su nieto. Se puede decir con cierta certeza que fue el artífice de mis actuaciones, pasadas, presentes y futuras; fue ese eslabón que imbricó un sinnúmero de posibilidades en el horizonte. Fue como Ariadna, ese ser que no soltó el hilo de Teseo, su nieto. La que no permitió que éste que escribe estas líneas, se perdiera en el laberinto de la vida, de esa vida pasada y presente. Una vida azarosa y agitada, presta a devorar a quien se muestre con un ápice de debilidad y ese no fui yo.

Dicen algunos que uno lleva a cuestas el mito fundacional, que es como un lastre que amarra, que impide, que paraliza y no deja surgir. No obstante, creo que en mi caso funcionó, ese pasado fundacional doloroso, como catapulta, como trampolín para forjar el presente que hoy soy; ese carácter que se vino tallando con el paso de los años y cinceló un funcionar de una vida más humana. En cierta medida prefiguró ese futuro anhelado, ese que se quiere desde lo más profundo. Porque “por muy fuerte que sea el sufrimiento padecido en la infancia no necesariamente este condena al niño a una vida errática, torcida y atormentada. No, no siempre es así. Incluso puede suceder exactamente lo contrario: que el dolor sea materia útil para ahondar en la solidaridad, la jovialidad y la grandeza” (pp. 91,92). Ciertamente eso fue lo que sucedió en lo más profundo de mi ser, pude surgir y el soporte fue esa mujer a la que hoy doy mis infinitas gracias.   

La Evaluación más que una nominalización en boga, incita transformaciones

Ilustración de André Letria

Álvarez Méndez, Juan Manuel. (2001). Evaluar para conocer, examinar para excluir. Madrid, España: Ediciones Morata.

El autor, de forma evidente, defiende la tesis de la importancia que tiene, no solo introducir cambios conceptuales o nominales en el proceso evaluativo según los términos en boga, sino que deben, prioritariamente, pasar por el cedazo de la criba del pensamiento de docentes, directivos y; por supuesto, de aquellos que están en el mundo de la educación. La evaluación se ha visto avasallada por la reproducción masiva de terminología «snob» sin antes haber realizado un estudio minucioso para saber qué hay detrás de cada concepto o qué implica en la práctica. El autor Indica que cada uno de estos conceptos debe ir acompañado de cambios profundos y sustanciales en la totalidad de la estructura evaluativa. Además, que se deben abordar con claridad epistémica puesto que un giro de sentido de esa complejidad devienen acciones de transformación para el aprendizaje y la enseñanza.

En el recorrido de lo que plantea en su contenido defiende, con argumentos válidos, en qué situación se encuentra la evaluación de los aprendizajes y, por su parte, insiste en el nuevo horizonte que debe dirigirla. En el capítulo uno indica que la evaluación con “intención formativa” va más allá de la medición y la calificación. Debe prefigurar, por el contrario, una “actividad crítica” donde el profesor, más que dar una calificación o resaltarle los errores al estudiante descalificándolo y con marcado sentido punitivo, debe ofrecer descripciones argumentadas para que el estudiante pueda seguir creciendo en su aprendizaje. Agrega, Álvarez, que la evaluación debe estar orientada a la “comprensión” y al “aprendizaje”, no al “examen”; este cambio o giro neural es un poco ir en procura de finalizar con el legado de la racionalidad técnica.

 Crítica, fuertemente, la introducción semántica de conceptos nuevos sin la comprensión trascendente y todo lo que conllevan dichos términos o nominalizaciones. Finalmente, en el primer capítulo advierte que “Un pensamiento no se convierte en ‘crítico’ por el mero hecho de ponerse esa etiqueta, sino en virtud de su contenido”. (p.27). Así las cosas, un poco para decir que la evaluación se cambia y brinda confiabilidad en la “praxis”; proceso de práctica y reflexión bajo la luz clarificadora de las teorías. Es, pues el único camino o manera que habría para lograr la transformación de lo que se hace en el aula frente a los procesos evaluativos. Enfatiza que con solo la práctica y las buenas intenciones no bastan para transformar la evaluación en el quehacer educativo, con solo estos elementos no se haría el cambio de las prácticas de evaluación, hay que avanzar hasta la reflexión ilustrada.

En el capítulo dos el autor hace referencias al deslinde y la preocupación del docente más por el cómo hacer, que reflexionar, primero que todo, “sobre el porqué y el para qué” de la evaluación de los aprendizajes. Dice que todas estas visiones son el legado que el positivismo hizo del conocimiento y que a pesar de las nuevas epistemologías y concepciones, hay un lastre de esas ideas que se orientan más hacía las conductas del que aprende, que sobre los modos de pensamiento o maneras de aprender del estudiante. Indica con insistencia que es neural situarse comprensivamente ante el conocimiento y, desde esta perspectiva, tener una “coherencia epistemológica” a la hora de la evaluación, puesto que el aprender no es acumular contenidos de conocimiento; sino que, por el contrario, es adquirir unas maneras o ciertas habilidades de razonar con ellos hasta aprehenderlos, interiorizarlos e integrarlos en la estructura mental.

En el mismo sentido, el autor traza la idea sobre la base de lo que los profesores deben preguntase al hablar de evaluación, como de otros tantos aspectos que abarca la educación, entre ellos: cuál es la concepción o visión sobre el conocimiento, la enseñanza, el aprendizaje, el desarrollo del currículum, la evaluación, para que desde ahí se empiecen a cambiar las prácticas en el aula de clase. Todo ello desde sustentos teóricos con el propósito de cambiar la mentalidad, que es lo más complicado. Prosigue en el capítulo tres con la idea de que no se debe limitar al “efecto de la novedad de las palabras”, sin hacer un cambio medular que transforme toda la estructura evaluativa en la praxis. Hay una contradicción muy marcada que, por un lado, se proclama el aprender a aprender, pero que a la hora de la evaluación se repiten los procedimientos de medición, indica Álvarez al respecto; no hay coherencia en lo que se predica con lo que se aplica; en últimas, “no se vive lo que las palabras dicen” entendiendo que con el mero cambio de las palabras y conceptos sobre la evaluación no se hace reforma ni se crean realidades cambiantes.

Durante el paralelo contrastivo que arropa toda la obra del autor pondera que hay algo oculto en la evaluación, que se viene haciendo un desvío bien sea por desconocimiento epistémico o por no ahondar en lo que prefigura cada concepto relacionado con la evaluación y que, además, se centran en otras cuestiones descuidando lo esencial: el aspecto formativo y la dimensión ética. Es decir, se necesita pasar de la obsesión por la objetividad rectificante, a la búsqueda del ejercicio justo y ecuánime entre las partes de ese todo complejo que implica la evaluación. Enseguida advierte con una cita de Stenhouse (1984, p. 140) “cuanto más objetivo sea un examen, tanto más falla en revelar la calidad de una buena enseñanza y un buen aprendizaje”. (p. 56). Todo ello para insinuar que no es saludable para la educación ver la evaluación como examen. Seguidamente, enuncia que “Nada hay más familiar y natural que la conversación” para hacer del proceso evaluativo una apuesta de transformación para aprender. Puesto que una educación que gire en torno a procesos de selección y de exclusión, circunscribe las posibilidades del aprendiz de acceder al conocimiento.

Desde esta perspectiva, el autor enfatiza que evaluar es conocer, es contrastar, es dialogar, es indagar, es argumentar, es deliberar, es razonar, es aprender. Y, por lo tanto, si se sigue viendo la evaluación como examen, lo que se está haciendo o fortaleciendo es la exclusión de un buen número de estudiantes. No tendría sentido hablar de la evaluación educativa si no está al servicio de mejorar la práctica de formación de los implicados directamente: docentes y estudiantes. Es enfático, cuando manifiesta que una evaluación como examen termina siendo un ejercicio instrumental que empobrece las actitudes, aptitudes y la autoestima del que aprende. Ulteriormente, indica que, “no se puede cambiar ningún elemento de la estructura sin que cambie toda la estructura”, para manifestar que hay que hacer cambios bien profundos en lo que corresponde a la epistemología y la praxis de la evaluación. Es poder hacer distinciones para hacer los procesos de transformación y no seguir con la consigna en boga de que se examina y califica mucho, pero se evalúa muy poco.

Referencias

Álvarez Méndez, J. M. (2001). Evaluar para Aprender, Examinar para Excluir (cuarta ed.). Madrid, España: Ediciones, Morata.

La enseñanza en perspectiva de mostración: enseñar-mostrando

Por: Mg. Jesús Olivo Flórez Suárez

Vásquez, Fernando. (2008). Alicia en el País de las Didácticas. Indecisiones y Dilemas del Profesor de Literatura. En Fernando Vásquez, La Enseña Literaria. Crítica y Didáctica de la Literatura (Segunda ed., pp. 43-57). Bogotá D.C., Colombia: Kimpres Ltda. doi:958-33-9504-8.

Vásquez desde el título y el epígrafe del ensayo plantea la tesis de la necesidad de fundamentos teóricos y claridad didáctica del profesor de literatura frente a la enseñanza. Hace un recorrido en diez pistas donde se propone; por un lado, develar la importancia de tener modelos, los cuales estructuran el pensamiento; de tener un canon literario, obras de calaje que direccionen al estudiante; de la potenciación de la memoria, la que obliga a estructurar y reestructurar unas maneras de pensar; de una enseñanza centrada en los géneros literarios, donde se celebre la diferenciación de dichas manifestaciones; del tener unos criterios claros de evaluación, son el basamento de la enseñanza. Por otro lado, es categórico en criticar el uso que se le da a la literatura para enseñar lengua; como también que es mejor menos obras y hacer énfasis en la relectura, con mirada calidoscópica; que se debe centrar en la enseñanza del objeto: el saber literario, la creatividad y la lúdica son subsidiarias. Rechaza la enseñanza de fragmentos de las obras por falta de propuestas didácticas y, manifiesta, que no se debería enseñar a partir de una cronología, sino de la evolución de los géneros. Finalmente, en el cierre de cada pista cuestiona reiteradamente la fundamentación pedagógica y didáctica del profesor. Además, deja un trazado bibliográfico con notas al pie de página como avituallamiento para el lector.

En este ensayo el autor entabla una relación de transposición de una historia, muy conocida tradicionalmente, “Alicia en el país de las maravillas”, por el préstamo “Alicia en el país de las didácticas” donde toma como centro de atención el diálogo de la protagonista con el gato. Ese personaje, trasladado a la figura del profesor, “Alicia”, que en su diario trasegar de enseñanza vive en búsqueda de un cómo y ese maestro, “gato”, que puede ser un libro también, perplejo ante las indecisiones e incertidumbres del profesor. No obstante, ese profesor que está sin saber con certeza qué quiere o; dicho de mejor manera, sin saber cuáles son sus propósitos de enseñanza. Ahí, el autor se detiene para plantear un punto determinante: el profesor de literatura (puede ampliarse a otras disciplinas) está sumergido en un mar de indeterminación, en un profundo vacío epistémico de la disciplina que enseña y su didáctica. Para el caso que convoca, la literatura y sus diversas maneras de acercar o de proponer desde la didáctica.

De lo anterior, deviene el título propuesto de este ensayo, con gran acierto por el autor. Un título que pone en la palestra ese sinuoso e incierto camino del enseñar literatura. De manifiesto el autor hace hincapié en que no hay una única manera de acercarse y proponer la enseñanza de la literatura; por el contrario, con el título “Alicia en el país de las didácticas” lo que deja ver es que cada tipología o género literario demanda, por lo menos, una manera didáctica de mostrar a quien quiere aprender ese saber literario. Del mismo modo que el título original de la historia está en plural, así lo transpone Vásquez, hace énfasis en las didácticas de la literatura. De toda esta imbricación se logra determinar que, solo para la enseñanza de un género literario, por decir, hay un sinnúmero de ricas y variadas didácticas; así lo deja ver el autor en todo ese avituallamiento de bibliografía que dejó como guiños al lector. Por su parte, para quien enseña puede mostrar a través de todas las estrategias habidas que le permitan al aprendiz una gama amplia de aprendizaje.   

En el epígrafe que toma Vásquez del autor Lewis Carrol, con marcada ironía, señala enfáticamente a través del personaje la idea que quiere bridar en bandeja de plata al lector. Alicia quería, le urgía que le indicaran el camino, “¿hacia dónde tengo que ir desde aquí?” Sin embargo, al igual que en la tesis del autor sobre los profesores de literatura, el problema radica en que no se sabe qué es lo que se quiere o; mejor aún, no se sabe para dónde va, cuáles son los propósitos que se quiere conseguir en el aprendiz. Alicia se encuentra en la incertidumbre total, no hay un plan que le determine, que le guíe, que le sirva de ruta y luego sí preguntar para que esos otros guiadores, los conocedores, puedan ayudar, ubicar el horizonte. Por tal razón, es que el gato contesta, un poco asombrado, “depende de a dónde quieres llegar”. Vásquez es acertado en demarcar en su tesis principal: profesores de literatura, rango que se podría ampliar a profesores de otras disciplinas también. Aquí vale la pena subrayar, algunos, un buen número sí, se puede afirmar con certeza. Ese marcado número de profesores están preguntándole al gato; libros y conocedores de la disciplina, conferencistas, entre otros, el cómo hacer para… Ahora bien, esas indecisiones y dilemas a las que se enfrentan muchos, a propósito de lo defendido por el autor, son, en su gran mayoría, por falta de formación epistémica de la disciplina y de didáctica. Así lo pone en entre dicho con los cuestionamientos que hace al final de cada pista o discusión durante el recorrido de todo el ensayo.

De igual manera, con los rastros o recomendados bibliográficos busca incitar a la autorreflexión del docentes de literatura sobre la idea de cuál de esta fundamentación epistémica domina, ha leído o, qué tanto conoce de estos guiños bibliográficos. Se puede concluir que el ensayo tiene un propósito formativo del lector y, de forma didáctica, Vásquez propone un variopinto panorama de alternativas para que tenga un horizonte claro de enseñanza y no quede en la indecisión como en la que se encontraba el personaje principal de Carroll. Mantiene una posición crítica, pero no se queda ahí, sino que, por el contrario, cuestiona y muestra unas maneras de hacer y de formarse al mismo tiempo.

Un Cuerpo Deforme Privilegiado por la inteligencia

Ilustración de la portada del libro

Hay que enseñar para la vida, una frase tan trajinada y machacada que hace parte del imaginario colectivo de la mayoría de docentes desde hace ya muchos años. Cosa más extraña, y esto pone a reflexionar profundamente a docentes y agentes pedagógicos, el gran maestro, padre del ensayo en Colombia, Baldomero Sanín Cano, allá por el año de 1928, en su ensayo la escuela y la vida hace una dura y certera afirmación. Indica Sanín Cano, ( 1928) a propósito de ese cliché “La educación entendida como el desarrollo armónico de las facultades no ha de preparar al niño para la vida tal como la vida es; debe equiparlo ricamente para vivir una vida distinta, para impulsar a la sociedad en busca de los mejores destinos del individuo y de la especie; debe hacer de él un instrumento para transformar la vida en algo mucho mejor.” (p. 342).  Bajo esta premisa es que se propone la reseña del libro del autor Mario Mendoza, la melancolía de los feos. Un libro hace parte de la enseñanza  para transformar la vida, no una enseñanza para la vida, la que acartona, inmoviliza y mutila al ser humano.

Desde esta mirada es que el libro antes mencionado, en todo el recorrido de la historia o trama de sus dos protagonistas principales: Alfonso Rivas y León Soler, amigos desde la infancia; el monstruo jorobado y el médico psiquiatra hijo adoptivo, respectivamente. Llevan de la mano al lector por los vericuetos intrincados de la vida humana; desde esos gestos de amistad incondicional en la infancia; primer acercamiento como ser humano vivido por Alfonso Rivas a los siete años de edad; lo trajo de nuevo a la vida. Pasando luego por las desventuras, esa vida que se sumerge en lo más abyecto, en el agujero insondable de la fealdad, tan repudiada por la mayor parte de la sociedad de consumo, capitalismo voraz. Una condición humana aporreada por el solo hecho de ser “el hijo del odio, la violencia y la maldad. Por eso mi aspecto grotesco y mi joroba inmunda que semejaba la culpa que debía cargar por haber sido engendrado en semejantes condiciones” (p.25). Estas circunstancias, ya en la vida adulta, luego de la separación de su gran amigo de infancia, León Soler. Hay un nuevo encuentro que rescata de las mazmorras deplorables del vicio a Alfonso Rivas y lo traen de vuelta a la vida. Encuentro que se da en el hospital psiquiátrico y que a través de cartas que le envía a su gran amigo, León Soler va señalando minuciosamente lo que sucede en su vida.  Así transcurre la historia hasta que al final, el médico, por un lado, revive su gran amistad y decide salir a buscar a ese personaje jorobado y diminuto hombre de gran corazón e inteligencia y, Alfonso, decide salvar al mundo y emprender una travesía por el mar en su Nautilos II, “en busca de la redención que la vida me negó desde niño”; en otras palabras, vivir la historia del protagonista del libro los cuarenta bramadores, que lo marcó  y lo sacó del precipicio. Lo curioso es que él agradece a su amigo león, su amistad, cariño y comprensión, por ayudarlo a transformar su vida. Y finalmente, cierra la historia con la muerte de Alfonso y el renacer de León con un sinnúmero de reflexiones sobre la vida.

Una novela que brinda muchos pasajes interesantes en las líneas que dibujan el panorama de dos seres aporreados; uno, por el “amor excesivo a una vocación” y atormentado por los recuerdos que no le da tiempo de vivir a plenitud su vida. En palabras del protagonista “mi vida se me estaba yendo por un agujero insondable: el agujero de la culpa y de un duelo mal elaborado”. El otro, con el infortunio de tener y ser rechazado por “ese cuerpo maltrecho y grotesco que le había tocado en suerte”. Producto de la violación de su madre y la intoxicación con medicamentos psiquiátricos. Una reflexión que surge de todo este embrollo psíquico es que “como te podrás imaginar, vivir de esa manera, negándote, esquivándote, huyendo de ti mismo, no solo es dañino, sino en cierta forma patológico”, un ristre que si no se logra expurgar del interior de sí, causa estragos individuales y sociales.

Ahora bien, dejo a manera de guiños, algunos de mis subrayados que cobran un valor fundamental dentro de la estructura de la obra:

“con el tiempo aprendería una lección inolvidable: un perro te enseña la transparencia y la lealtad más absoluta. Si las personas te traicionan, hablan mal a tus espaldas, intrigan, mienten, te calumnian, un perro jamás. Su comportamiento es muy superior” (p. 45).

“Es cierto que heredamos una vida que nos viene de atrás, y que por el otro lado hay un aprendizaje como producto de un contacto con el mundo circundante. Pero existe un tercer costado que cierra el triángulo y que siempre he considerado como el ángulo fundamental de toda vida: lo que decidimos ser, lo que elegimos para nosotros y en lo que depositamos todo nuestro empeño” (p.67).

“el resentimiento te va carcomiendo a pedazos, te va arruinando tu bondad y buena disposición, y culpas a los otros de esa marginalidad que te llena la cabeza de escenas atroces y despiadadas. Es entonces cuando tu espíritu empieza a tomar la forma de tu cuerpo, a acoplarse poco a poco” (p. 89).

“por muy fuerte que sea el sufrimiento padecido en la infancia no necesariamente este condena al niño a una vida errática, torcida y atormentada. No, no siempre es así. Incluso puede suceder exactamente lo contrario: que el dolor sea materia útil para ahondar en la solidaridad, la jovialidad y la grandeza” (pp. 91,92).

Finalmente, no se puede terminar este escrito sin remarcar algo muy rescatable de esta novela, la gran estela bibliográfica que deja el autor en las líneas a través de sus protagonistas que, por cierto, son muy ilustres, grandes intelectuales.  En esta novela epistolar el autor se da a la tarea de mostrar una ruta bibliográfica al lector. Tal intención la desarrolla a través de los personajes, ambos, unos voraces lectores e intelectuales desde niños. Sin lugar a dudas, vale la pena hacer este recorrido y mostrarlo como una especie de guiños e incitación para que el lector, a manera de plan, complemente la lectura de la obra melancolía de los feos.

Un primer atisbo se da en la infancia al momento de conocerse Alfonso y León, protagonistas principales. Historietas y comics como: las siete bolas de cristal, el templo del sol, una historia en el Perú Inca; Batman, Superman, Tarzán entre otros muchos más. Además, pinturas importantes que señala enfáticamente, el sueño de la razón produce monstruos del pintor Goya y Melancolía I del reconocido pintor alemán, Alfredo Durero. Otra aproximación que marcó la vida de los protagonistas de alguna manera, es el libro los patitos feos del autor y primer teórico de la resiliencia, Boris Cyrulink. Asegura éste “De todo dolor es posible extraer un renacimiento, detrás de toda desesperación hay una puerta que conduce a la vitalidad y la esperanza” (p. 92). Adicionalmente, llegan otros textos y autores que sirvieron al protagonista para catapultarse y salir del infierno en el que estaba sumido.

Literatura latinoamericana; el cuento la balada del Álamo Carolina y Mascaró el Cazador América del autor Haroldo Conti. Vienen también, Neruda, libros épicos y de héroes antiguos: La fortaleza, Esparta, Aquiles, el Mio Cid y una serie de libros de guerra que “el jorobado a altas horas de la noche, muy concentrado en sus libros devoraba con avidez”. Seguramente cabe agregar aquí un libro determinante, de alto calaje para el protagonista, ese que leyó y releyó religiosamente, cuantas veces quiso. Ese que le sirvió de plataforma para vivirlo en la acción, muy al estilo de don Quijote con sus lecturas de caballería, los cuarenta bramadores de Vito Dumas. Otros como Crónicas Marcianas y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury; igualmente, música Marciana del autor chileno Álvaro Bisama. Crimen y Castigo y su controversial  protagonista Raskolnikov; cúmulos de lecturas que fueron las que le dieron, podría decirse con certeza, al protagonista Alfonso Rivas y al autor Mario Mendoza, una forma de pensar, cierto grado de templanza y confianza en sí mismos para escapar de los caminos trillados por el común de la gente y salir en la búsqueda de nuevas sendas, ese resurgimiento, ese volver a nacer. En consecuencia, son todas estas lecturas, en cierta medida, un viaje “una aventura para desprenderse de todo aquello que interrumpe el sano y potente desarrollo del pensamiento” (p. 233); porque “No nacemos el día que alguien nos arroja al mundo entre estertores y líquidos sanguinolentos. Ese parto físico es insignificante y fútil. Nacemos el día en que nos parimos a nosotros mismos, el día que nacemos psíquicamente.” (pp.240,241).

Referencias

Mendoza, M. (2020). La Melancolía de los Feos (Décima primera ed.). Bogotá, Colombia: Planeta.

Sanín Cano, B. (2013). Baldomero Sanín Cano en La Nación de Buenos Aires (1918-1931) Prensa, Modernidad y Masificación (Primera ed.). Bogotá: Universidad del Rosario. Obtenido de https://editorial.urosario.edu.co/pageflip/acceso-abierto/baldomero-sanin-cano-en-la-nacion-de-buenos-aires-uros.pdf

El ser de un lector y la corresponsabilidad con lo otro y los otros

La plus volontaire mort, c’ est la plus belle. (la muerte voluntaria, la más bella).

Michel Montaigne

Ser en latín es satum y satum significa sembrar; así que si quiero ser un lector debo, sistemáticamente a diario, sembrar y, desde luego, sembrar en el sentido que se quiere dar a conocer en este texto es ser un amante lector: apasionado, ese lector que tanto ansiaba Nietzsche, un lector que sea un filólogo, lectura detenida de discernimiento, para luego confrontar, entrar en el plano de la sospecha de lo leído y, finalmente, poder exteriorizar lo pensado, producción escrita. Un lector, en últimas que logre transformarse con lo leído. Sembrar, entonces, es lograr que cada texto leído sea sentido y vivido, por el lector; que logre encarnarse, sea parte del ser más profundo.  Dada las apreciaciones anteriores, que logre volverse parte vital del trasegar cotidiano de la vida del lector. Es decir, si queremos ser algo en un futuro, como buenos lectores, y utilizo un juicio de valor porque considero que tiene sentido en este contexto, debemos sembrar. Aunque sembrar nos cuesta. No es fácil sembrar, hay que invertir tiempo y esfuerzo para cultivar, luego esperar un tiempo y ser pacientes para un resultado incierto. Probablemente será gratificante; tanto como la madre que se esfuerza en dar a luz, en parir un ser de sus entrañas. En consecuencia, vale la pena sembrar para algún día cosechar.

Así las cosas, el propósito de este texto es, básicamente, dejar algunas huellas o señales muy al estilo de notas y subrayados de la lectura de un libro espléndido, por su estructura, lenguaje y tema del que trata. Un tema tan crucial y poco reconocido como importante, la muerte; pero no cualquier tipo de muerte, sino el bien morir o, para ser más específico según el planteamiento de Montaigne, “la muerte voluntaria, la más bella”. El libro titulado “Del otro lado del jardín del autor colombiano, Carlos Framb, año 2009, editorial Aguilar”. Del otro lado del jardín me aguardaban la cárcel, la orfandad y un proceso por homicidio. Pero también los profusos dones de la amistad, de la recuperada libertad y de la vida.

Del otro lado del jardín es un relato, tipo crónica, que atraviesa esa línea convencional de una sociedad que se escandaliza de las trivialidades de la vida, pero que es permisiva, en grado sumo, de las bajezas que cometen grandes emporios y personalidades distinguidas socialmente que están establecidas y nombradas, de forma explícita, para el bien actuar. No obstante, implícitamente o por debajo de cuerda, como dirían algunos, se dedican a cometer cualquier cantidad de ignominias de todo tipo. Es de notar entonces, que la vida, para muchos de los mortales, se convierte en un calvario que muy pocos se animan a enfrentar las peripecias. En otras palabras, a traspasar el umbral de la incomodidad o incomodidades físicas, para algunos; dolencias de conciencia y, para otros, en traumas caóticos de su economía. Dada estas circunstancias, la vida se les convierte en una prisión escalofriante, como dice la canción: “aunque sea de oro, no deja de ser prisión” y, por tanto, no vale la pena seguir viviendo, lo mejor es intentar escapar de ella a cualquier precio.

Bien vale la pena dejar a los lectores de este blog algunos de mis subrayados de la lectura de este libro y que así puedan ir viviendo mientras leen.

Frente a la muerte voluntaria “teníamos que salvar el hiato que mediaba entre sus creencias religiosas y mi postura escéptica, entre su concepción del suicidio como un pecado y la mía que lo entiende como un ejercicio de dignidad, libertad y honor” (p. 48).

Nacida (refiriéndose a su madre) en un hogar católico, sin oportunidades de educarse, ignorante en cuestiones de historia, de filosofía o de ciencia, sin defensas intelectuales contra el virus de la superstición, ¿qué posibilidades tenía de indagar, de dudar, de elegir, de escapar al insidioso troquelado cristiano y al adoctrinamiento en boga? (p. 50)

La muerte no puede afligirnos con su presencia, porque mientras nosotros existimos no está presente, y cuando está presente, ya no lo estamos nosotros. Para Epicuro, si bien no toda desdicha justifica el suicidio, lo cierto es que siendo el fin de la vida la consecución del placer y de la ataraxia, cuando esto se halla gravemente amenazado o resulta, sin más, difícil de alcanzar, está justificado darse muerte, siempre que tal decisión sea la consecuencia de un cálculo racional y prudente (pp. 63,64).

El estoicismo entiende el suicidio como la puesta en práctica de la libertad que posee el ser humano para abandonar una vida que considera ya indigna e impropia de su razón. Honor y libertad son los dos pilares que levanta el estoico para sustentar su teoría de que el suicidio es un acto moral y valiente, nunca de debilidad ni cobardía. (p. 65).

En su ensayo “De las costumbres en la isla de Ceos”, el humanista francés Michel de Montaigne sostiene que el dolor extremo o la seguridad de una muerte vil son motivos excusables de suicidio. (…) concluye inolvidablemente: Cuanto más voluntaria es, más bella la muerte. (p. 70).

Entre los grandes filósofos, Nietzsche, finalmente, considera que en ciertas circunstancias es inconveniente vivir por más tiempo, y que continuar vegetando en dependencia de médicos y practicantes, cuando se ha perdido el sentido de la vida, debería motivar un profundo desprecio por parte de la sociedad. Morir orgullosamente, cuando ya no sea posible vivir con orgullo (p. 75).

Ahora sé que la amistad, frágil y ardua como es, se prueba en la hora dura, y que ante la adversidad el verdadero amigo no huye, no calcula, no pregunta, no juzga, no hace cábalas, no pide explicaciones. Ante tu indefensión, su único ademán es el abrazo y su primer impulso es correr a tu encuentro y darte apoyo, dispuesto a llorar y padecer contigo, a confortar tu ánimo, a mitigar tu pena, a aliviar tus heridas, y cuanto más grande es tu dolor más grande es su entrega. (p. 143).

El suicidio asistido de mamá no había sido un acto desesperado o triste o cruel, sino un acto claramente meditado, mutuamente acordado y justificable; un acto cristalino de amor que cualquier ser humano aprobaría…Ayudar a mi madre a poner fin a su vida intolerable ha sido la prueba más dura por la que mi conciencia ha tenido que pasar y, sin embargo, era algo a lo que no me podía rehusar. (p. 145).

En cuanto a mis motivos, prefería guardar silencio. Las razones que llevan a alguien a quitarse la vida pertenecen al mundo interior, oscuro y contradictorio, y son al menos tan complejas como aquellas por las que otro sigue viviendo. Nadie sabe ni sabrá jamás por qué un ser humano decide morir, porque nadie puede saber cómo se siente otro en sus adentros, ni puede definir por él la línea que separa la penumbra de la claridad. (p. 146).

No hay que acudir a los textos, ni hay que buscar en la doctrina para concluir que en ciertas condiciones las personas prefieren morir a seguir viviendo. Norman Cousin escribe: La muerte no es la pérdida más grande de la vida; la pérdida más grande es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos; la verdadera tragedia consiste en vivir sin dignidad o sensibilidad. (pp. 175, 176).

Giovanni Papini: “hemos rechazado un resto de vida que ya no podía llamarse vida, un despojo de vida más espantoso que la misma muerte” “No hemos rechazado la vida, solo hemos rechazado suplicios y vergüenzas que eran la negación y destrucción de la misma esencia de la vida” “el escalofrío de la vida era más violento que el escalofrío de la muerte” (pp. 177-179).

Así se dan por terminadas estas glosas que pudieran ser muchas más, pero, de eso estoy seguro, quiero que quede algo para el lector, que sea él mismo el que se adentre, personalmente, en éste maravilloso viaje a través de la lectura del libro de Carlos Framb. y yo, como señala el autor en el final con los versos: “y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido… y se quedaran los pájaros cantando” (Juan Ramón Jiménez, el viaje definitivo). Con este poema cierra el libro su historia conmovedora.

La Investigación una Oportunidad de transformación (1)

Ilustración de Craig Frazier

La investigación siempre ha sido y seguirá siendo ese plus de cambio, de transformación y trascendencia de la humanidad. Es un producto cultural que ha hecho grandes aportes para el avance, como también ha sido utilizado para el retroceso, la destrucción cuando los inventos han caído en manos inescrupulosas. En este texto se quiere plantear o esbozar, inicialmente, el concepto que se tiene de la investigación, desde sus diferentes concepciones etimológicas. Un segundo punto a tocar, es sobre la importancia de la investigación en todos los campos de las ciencias; naturales y humanas. Por último, la investigación en el campo de la educación: aportes, bondades y desafíos para los que adelantan estos procesos en las aulas de clase.

La palabra “investigación” desde su etimología se dice que proviene del latín investigare que a su vez se deriva de la palabra “vestigium” cuyo significado está en torno a ir en “pos de la huella de” o “ir en busca de una pista”. Por su parte, Corripio (1985) señala entre sus muchas acepciones las siguientes que indican la variedad de sentidos hacia una misma acción. Entre ellas: indagar, confrontar, curiosear, explorar, búsqueda, acción de sumergirse, verificar, entre otras muchas más. Lo que hay de común en todos estos sentidos que se plantean desde la etimología y sus significados es que se parte de un problema, de una curiosidad y se va en pro de la comprensión para poder explicar lo que está sucediendo en torno al fenómeno investigado. Algo que queda, también dilucidado, es la sistematicidad en el cotejo de los hallazgos, para luego confrontar y documentar.

La mayoría de los autores señalan; entre ellos Hernández, Fernández y Baptista (2014) que “La investigación se concibe como un conjunto de procesos sistemáticos, críticos y empíricos que se aplican al estudio de un fenómeno o problema”, p. 4). Lo sistemático hace referencia a los registros que se vayan realizando durante todo el proceso de investigación que servirán luego para la reflexión crítica sobre los hallazgos de esa realidad investigada. Investigar, entonces, es llenar la mente del investigador o quien pretende hacer investigación de muchas preguntas, más que de respuestas definitivas. Dice Vásquez (2014) refiriéndose al proceso de investigación “El que investiga sigue indicios. Como un cazador va detrás de las huellas dejadas por una realidad huidiza y montaraz. (párr. 2.).

Una segunda mirada, luego de definir el concepto del tema que nos ocupa, hace referencia a la importancia que tienen los procesos de investigación en los diversos campos de las ciencias como aportes a la transformación de la cultura de los pueblos. Los procesos de investigación constituyen un estímulo para el que se adentra en este mundo, en el sentido que le permite hacer acciones procesuales sistemáticas y continuas, hasta lograr una mejoría en el problema que está investigando. Cuando se hacen las cosas sobre la base de una investigación se estimula la curiosidad del investigador, pero también, de los sujetos investigados; Este es el caso de la investigación social o etnográfica.

Entre las ricas y variedades posibilidades que se consigue con la investigación se podrían señalar por lo menos cuatro. Una, el desarrollo de capacidades del pensamiento, útiles en la vida de todo ser humano; el análisis y evaluación de credibilidad frente a lo teórico, a las fuentes y; desde luego, frente a todos los fenómenos observados. Una segunda, tiene que ver con la elaboración de puntos de vista propios, porque la investigación pone énfasis en el pensamiento crítico. Aprender, desde la investigación, a hacer distinciones en el conocimiento, perfila la mirada, vuelve al investigador más perspicaz, posibilita una mente abierta lejos de dogmatismos impuestos por una cultura reinante. Y esto es un enorme beneficio puesto que abre las posibilidades de conexiones con diferentes culturas para el avance tecnológico, social y de la ciencia misma. Como tercera, el despliegue de ciertas habilidades cognitivas de: búsqueda, sospecha, razonamiento, contraste, sistematicidad u organización de información. Es neural todos estos procesos dentro de cualquier investigación que se lleve a cabo ya sea en el campo de las ciencias naturales o del espíritu o, también llamadas humanas.

Por último, pero no por estar en esa posición es menos importante, es la capacidad dialógica entre pares y con el contexto. Los problemas se miran desde distintos puntos de vista, teorías, investigadores, tecnologías de aplicación, incluso, de métodos desarrollados; lo que hace más robusta una investigación. El permitir la interconexión con los avances en los diferentes espacios y problemas, ayuda o posibilita mayor eficacia en los resultados. Además, brinda mayor credibilidad a los hallazgos arrojados producto de las investigaciones.

Referencias

Corripio, F. (1985). Diccionario de Ideas Afines (segunda ed.). Barcelona: Herder.

Hernandez , R., Fernández, C., & Baptista, P. (2014). Metodología de la Investigacón (sexta ed.). México D. F: Mc Graw Hill.

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